Por: Walter Martinez
Hace mucho tiempo escuché decir a uno de mis mentores “la integridad es similar al sonido de una campana, no importa en qué lado le pegues, siempre sonará de la misma manera”. A partir de esa ocasión, cada vez que escucho o veo una campana recuerdo esa importante y clara analogía y estoy seguro de que te pasará lo mismo a partir de hoy. La explicación de esta analogía es que una persona íntegra, una organización íntegra actuarán de la misma manera sin importar las circunstancias a su alrededor; eres ético? Lo serás sin importar las circunstancias; eres generoso? Lo serás sin importar las circunstancias; y así en todo, serás una persona íntegra.
Otro elemento a considerar en este tema es el de la diferencia entre un principio y un valor; un gran amigo, coach empresarial y de vida, explicaba que un principio es el que reconocemos como algo bueno en una persona, empresa o sociedad, pero que se convierte en un valor cuando lo integramos a nuestra cultura y patrón de conducta.
Dicho lo anterior, podemos definir entonces la integridad como el conjunto de valores (principios) incorporados a la cultura o patrón de actitudes de una persona u organización incorporados. La integridad en una persona u organización la harán confiable para la sociedad.
Hablando en términos empresariales, de la definición de integridad se pueden desprender 6 elementos constitutivos, los cuales presento no como exhaustivos, sino como una referencia para formar un concepto amplio de la integridad:
1. La ética organizacional
2. La prevención y control de actos corruptos o impropios dentro de la organización
3. El fomento de las competencias empresariales y organizacionales
4. La eficacia y eficiencia competitiva
5. Anticipación de los elementos externos
6. Solución de conflictos
A continuación indico una pequeña lista de desafíos que sufrieron las empresas a partir de la crisis de COVID:
1. Aislamiento social: Las empresas fueron obligadas a cerrar sus puertas y/o la sociedad fue confinada a estar en sus hogares, eliminando o limitando su “go to market” habitual.
2. Desempleo: La crisis económica generó un alto nivel de desempleo y con ello una reducción severa en el poder adquisitivo de la comunidad.
3. Suspensión de contratos: Contratos de alquiler, de proveeduría de bienes y servicios, etc, que afectaron seriamente a muchas empresas ( y empresarios).
Una cultura “íntegra” en la organización generará los siguientes beneficios:
1. Resiliencia: Logra adaptarse rápidamente a la nueva realidad, fortalecida frente a las dificultades actuales y mejor preparadas para las posibles futuras.
2. Seguridad: Promoverá un análisis permanente de riesgos, así como refinar las medidas de protección y anticipación de los mismos.
3. Credibilidad: Una empresa íntegra mantiene la credibilidad ante sus clientes y sus socios comerciales. Cómo lo logra? A través de buenas prácticas comerciales, sin importar la crisis.
4. Competitividad: La capacidad de reacción de una organización con principios firmemente incorporados a su cultura, tendrá una reputación que genera confiana y con ello la hace más competitiva para sus colaboradores y socios comerciales.
5. Continuidad: Este beneficio habla por si mismo, la continuidad en el largo plazo no podemos negar que es un gran beneficio.
6. Reputación: La sociedad reconoce a una entidad íntegra, entendiendo ésta como aquella que no cambia su discurso y su acción ante la crisis. Esa reputación genera confianza y apoyo de parte de los colaboradores y socios comerciales.
7. Adaptabilidad: Los cambios seguirán, por diferentes causas pero seguirán. Es crucial para una empresa íntegra estar alerta a posibles cambios de diferente índole y tener la flexibilidad para adaptarse rápidamente a dichos cambios.
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